top of page

Un Ritual de Amor, Presencia y Honor por Cada Ser que Entra a Mi Hogar

  • Foto del escritor: Isha
    Isha
  • 20 nov
  • 3 Min. de lectura

Con el tiempo he descubierto que recibir personas en mi hogar es mucho más que abrir la puerta. Es un acto sagrado. Es una intención que comienza incluso antes de que mis invitados lleguen, porque sé que cada uno de ellos decidió detener su vida por un momento para entrar en la mía. Esa conciencia transformó por completo la manera en que preparo mi espacio y mi energía para recibirlos. Me doy cuenta de que no vienen solo a compartir comida, risas o conversaciones; también vienen a compartir su tiempo, su esencia y su presencia.


Cuando sé que alguien viene a mi casa, mi corazón entra en un estado de gratitud. Pienso en esa persona con cariño, imagino su sonrisa, su manera de expresarse, su energía, y empiezo a preparar el espacio desde ese sentimiento. Siento que recibir a alguien es como abrazarlo aun antes de que cruce la puerta. Es enviar una vibración de bienvenida que dice: “Tu presencia es importante para mí. Aquí hay un lugar para ti.”


Crear un ambiente hermoso es una parte del proceso, pero descubrí que la verdadera preparación sucede en el alma. Me gusta pensar en qué necesita cada persona, qué podría hacerla sentir especial, cómo puedo honrar su esencia. Me hago preguntas que me acercan a su humanidad: ¿Qué le gustaría vivir? ¿Qué experiencia podría ofrecerle que toque su corazón? ¿Cómo puedo recibirla como si fuera un tesoro que llega a mi vida? Para mí, ese nivel de atención transforma completamente la experiencia.


Cuando mis invitados llegan, mi intención es que sientan que entrar a mi hogar es entrar a un espacio donde pueden ser completamente ellos mismos. Quiero que sientan libertad, calidez, armonía. Quiero que se relajen, que respiren profundo, que sientan su corazón expandirse. Me encanta crear un ambiente donde cada ser pueda revelar su autenticidad y su genialidad sin reservas, sin expectativas y sin filtros. Un espacio donde la conversación fluya, donde la risa sea un puente y donde el silencio también se sienta cómodo.


Para mí, recibir a alguien es un acto de honor. Me gusta mostrarlo en detalles: en cómo los saludo, en cómo los miro, en cómo escucho incluso lo que no dicen. Quiero que sientan que su compañía es un regalo, que su presencia ilumina mi hogar y que su energía es bienvenida. Creo que cada reunión tiene el poder de convertirse en un momento memorable en la historia de mis invitados, algo que ellos puedan recordar con cariño. Por eso, cuido el antes, el durante y el después.


Antes de que lleguen, pienso en ellos con amor. Durante su estancia, me entrego a la experiencia, disfrutando cada instante. Y después, agradezco en silencio la oportunidad de haber compartido un pedacito de vida juntos. Siento que cada visita deja una huella en mi hogar, una energía que bendice el espacio y que también me transforma a mí.


Recibir personas en mi hogar me ha enseñado a vivir el amor desde la atención plena. Me ha ayudado a ver a los demás con más profundidad y a valorar la presencia como un regalo. Hoy elijo que mis reuniones sean encuentros con sentido, encuentros donde todos podamos expandirnos, reconectar y expresar nuestra esencia sin máscaras. Porque cuando alguien cruza la puerta de mi casa, no solo llega a un lugar físico: llega a mi corazón.

 
 
 

Comentarios


bottom of page