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La Mujer Que Soy Cuando Se Abren las Puertas Automáticas

  • Foto del escritor: Isha
    Isha
  • 20 nov
  • 3 Min. de lectura

Cada vez que las puertas del supermercado se abren frente a mí, siento que estoy entrando en un portal energético que refleja mi estado interno. Es un lugar cotidiano, un acto que repito una y otra vez, pero también es un espacio donde mi energía, mi conciencia y mi presencia crean la experiencia. He ido al supermercado un millón de veces, y aun así, cada visita se convierte en un pequeño ritual de ser humana. Cuando esas puertas se deslizan hacia los lados, me pregunto: ¿qué energía elijo encarnar hoy?, ¿qué espacio estoy dispuesta a abrir dentro de mí?, ¿qué consciencia traigo?, ¿qué gozo quiero vivir?


Descubrí que la manera en que entro al supermercado determina la calidad de mi experiencia. Si entro desde la prisa, todo se siente pesado; si entro desde la presencia, el mundo se ilumina. Por eso me detengo un segundo antes de cruzar. Respiro. Permito que mi energía se abra. Siento mi cuerpo. Y elijo. Elijo gozo. Elijo curiosidad. Elijo asombro. Elijo transformar lo cotidiano en un momento sagrado. Este espacio se convierte en un terreno fértil donde puedo descubrir sabores, colores, productos, posibilidades y mensajes que el universo me quiere entregar.


A veces entro con una lista clara de lo que quiero comprar; otras veces voy con la intención de repetir mis menús favoritos y sentir el confort de lo conocido. Y, de pronto, surge esa pregunta interna: ¿qué estoy dispuesta a incluir hoy en mi vida?, ¿qué quiero dejar ir?, ¿qué deseo compartir con mi familia?, ¿qué quiero transformar? Cada alimento que tomo se vuelve una decisión consciente. Me encanta pensar que soy la guardiana del carrito del súper, la persona que guía el rumbo nutricional de mi hogar. Mi elección no es solo mía: nutre, fortalece o suaviza el cuerpo y la energía de quienes amo.


Este carrito se convierte en una extensión de mi intuición. Siento que mis manos eligen desde un espacio más profundo que la mente. Cada producto tiene un mensaje, una energía, una intención. Mi intuición me habla a través de impulsos suaves: a veces me invita a probar algo nuevo, otras a regresar a lo simple, y otras a darme el permiso de dejar ir un alimento que antes era indispensable en mi cocina. Esta experiencia me recuerda que la vida también funciona así: incluir, soltar, reorganizar y seguir el ritmo natural de mi alma.


Algo dentro de mí también se activa cuando veo una oferta. Es una energía fascinante. Mi mente quiere justificarla, pero mi espíritu me invita a observar. ¿Compro algo solo porque está en descuento? ¿Adquiero algo simplemente porque está disponible? O elijo desde mi presencia, desde mi sabiduría y desde la claridad de lo que mi cuerpo realmente necesita. Me encanta hacerme estas preguntas porque me despiertan. Me recuerdan que soy yo quien elige, y no las etiquetas, los colores ni los precios.


He aprendido que estar a cargo del carrito del súper es un acto de poder espiritual. Soy yo quien decide qué entra a mi hogar, qué nutre a mi familia, qué fortalece mi cuerpo y qué eleva mi energía. Esta elección se convierte en un acto de amor. Amo pensar que con cada alimento estoy sembrando bienestar, vitalidad y armonía. Me convierto en la alquimista de mi cocina, la creadora de los sabores que mis seres queridos experimentan, la guardiana de la nutrición del hogar.


Caminar entre los pasillos del supermercado se transforma en una meditación activa. Observo los colores, huelo las frutas, escucho mis sensaciones, escucho mi cuerpo. Este espacio se convierte en un laboratorio de presencia. Y mientras avanzo, siento que el acto de comprar comida deja de ser una tarea y se convierte en una exploración de mí misma. Mis decisiones reflejan mi estado interno, mis deseos, mis metas y el amor que quiero expresar.


Salir del supermercado con el carrito lleno es más que completar una lista. Es regresar a mi casa con energía nueva, con decisiones conscientes, con regalos de la tierra y con la certeza de que la nutrición comienza con la vibración desde la cual elijo. Y mientras guardo los alimentos, agradezco. Agradezco a la tierra, a mi intuición y a la vida por permitirme vivir cada visita como un ritual de amor, expansión y presencia.

 
 
 

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